jueves, 17 de enero de 2008

Roma y la fundación de Testaccio (parte VII)

Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos;
le llamaban la guerra florida.


Día frío, pero un sol que asemeja el verano. Con algo de abrigo, sube por la calle Marsala, caminando sobre los adoquines llenos de asfalto. Cruza la calle en el puente que crea la escuálida pintura blanca. Los vehículos, como siempre, no detienen su andar, le esquivan mientras bajan a gran velocidad. Una vez del otro lado se encuentra seguro bajo el alero de Termini. Antes de entrar en el barullo de la gente en el corredor principal, toma el atajo a los andenes. Al descender encuentra unas pantallas donde se ve a Monica belluci publicitando "intimissi", 40 segundos detenido frente a la pantalla o caja idiota, hasta que aparece los mensajes de trenes en “arrivo e partenza”. Ya nada que contemplar, solo su reflejo en el cristal. Tras de él o sólo en el reflejo, se aprecia a un hombre con una especie de Yelmo y escobilla en la cabeza. Un olor a madera verde quemándose llena su memoria. Al despertar de su encandilamiento, se presenta el eterno pasillo que
comunica con todas los andenes de la estación. Frente a él, solo su reflejo. Decide echar andar, pasillos mecánicos muchas tiendas y luces hasta llegar al metro. El cartel anuncia al próximo tren en 4 minutos.
Un poco adormecido aun, su vista se fija a un foco mientras su mente abandona su cuerpo. Ya no esta en el subsuelo, ya no se encuentra sentado en el tedio de una mañana normal, su mente esta en un sueño extraño, donde percibe formas y olores. Su cuerpo esta cubierto de una coraza y esta acumulando ramas y piedras en el barrio de Testaccio, pero no hay ni mercado ni casas, solo un cumulo de ramas y piedras. El olor a madera quemándose nuevamente invade todo el ambiente.
Vuelve en si en el momento de la agitación se abren la puertas y sube al tren, pero el olor a humo persiste. A medida que el tren avanzaba su preocupación crece. - “Dentro del tren no puede existir ese olor” - pensaba. Abandono el vagón en Coliseo. Al salir, un tropel de turistas lo llevan flotando hasta la salida. Allí frente a él se erige el “colosseo”, lleno de turistas y hombres disfrazados de Romanos. Todo igual que siempre, la calma parece llegar, pero aun siente el olor a madera ardiendo. Decide descanzar en un banco frente a unos turistas que insisten en fotografiarse con tres Romanos. Un tercer hombre, no disfrazado, al que califica de "chulo de romanos" sale a la búsqueda de su tercer hombre. Lo sigue con la vista, pero a medida que el hombre avanza, todo se transforma. El "chulo" ya no lleva a un hombre disfrazado de la mano, lleva a una mujer. Los turistas no llevan
maquinas fotográficas sino túnicas y bolsas con monedas. El olor a humo lo impregna todo y se desvanece. Al abrir los ojos nuevamente, se aterra al contemplar un gran bloque del acueducto, pero acto seguido una cámara fotográfica colgando de un oriental se asoma a su campo de visión. Las manos le incorporan sobre el banco, le dan un poco de agua y recupera las fuerzas. Se alza y un tanto atontado por el olor a humo sale rumbo al circo massimo.
En el camino, los hombres disfrazados aumentan y los monumentos se regeneran ante su vista. El palatinado es magnifico y el circo massimo ha recuperado hasta el obelisco que estaba en la piazza del popolo. Sobre los adoquines ya no se aprecian vespas ni vehículos, solo gente con disfraz. A pesar de todo mantiene un paso firme, hasta llegar a Testaccio donde no hay nada, solo un gran cerro de ramas y piedras. Se toca el cuerpo, y esta rígido, su abdomen dibuja marcas de unas formas
inexistentes, su cabeza cubierta por un yelmo y una escoba roja de corona. Al girar la vista, ve como un árbol se le desploma, la confusión evito cualquier movimiento.
Al despertar del golpe, el olor a humo lo penetra todo, ve las llamas en el gran cerro de piedras y ramas, su yelmo no pudo contener el golpe por completo y el sabor de sangre llena su boca. Sin embargo, una paz se apodera de él, ya sabe que este es su mundo y no aquel donde una exuberante mujer exhibe sus pechos, y grandes insectos zumbantes flotan sobre los adoquines recién puestos en Roma.

1 comentario:

Anónimo dijo...

por que hay tantos despertar en el relato??, acaso el hombre quien vive el relato no se entretiene con lo que ve tiene que escapar??