martes, 22 de enero de 2008

Roma y sus caras (parte VIII)

Quizás fue solo pensar en que todo estaba en calma para romper el pensamiento, o quizás fue la llamada telefónica que al unisono quebró el ambiente. Comenzó la agitación en la casa. Flavio en pie escuchando, como un niño, los concejos de la madre. La situación ya no se trataba de juguetes desperdigados por el patio, ni tampoco de un balón perdido en la casa de la vecina. Se trata del desmoronamiento de su familia, internar a su ex-mujer enferma y hacerse cargo de sus hijos.
La madre, la abuela, la misma que tantos años atrás, en la Vía nazionale, se presentaba a una escuela de costura, donde daría sus primeras puntadas. En una época donde los baños públicos romanos existían verdaderamente. Se conformaban de un lugar común donde, mientras se excretaba, las noticias corrían de boca en boca, al ritmo de las esponjas de aseo que pasaban agua abajo. Claro, supongo que el último que escuchaba la noticia era el que la recibía más oscura. En una época de entreguerras.

La pequeña Letizia comenzó sus primeros trabajos reparando faldas y vestidos. Pronto dejo el colegio para ser un sustento más a su familia. La madre su gran sponsor, le aportaba el trabajo que la hacia independiente. La pequeña, algún día llegaría a ser costurera del teatro de la opera, y más tarde aun con sus hijos ya mayores, le preguntaría a un extranjero la razón por la cual no emigro.
Escucho a esa misma pequeña ya grande, desde el marco de la puerta. Esta erguida y con las manos en alto, haciéndole ver a su hijo mayor la imposibilidad de llevarse a sus hijos con él. ¿Cuantas veces se repetiría la misma imagen años atrás?. La madre hablándole a su hijo sobre las malas compañías.
Se hace el silencio en la casa, mi presencia se delata con un "ciao"... mis horarios están claros y debo comenzar la ejecución de la semana:
El martes por la tarde una lectura de tesis doctoral, jueves una demostración para la gente del ISA, viernes la reunión "pranzo" de toda la semana y el fin de semana, las siete colinas y el mercado de
portaportese. La planificación estaba clara, pero como siempre, el papel lo soporta todo. La hora de la tesis estaba mal puesta y llegue a las felicitaciones. Para la demo, todo mundo se puso a trabajar y
utilizar el demostrador, sin dejar tiempo para hacer mis pruebas (la idea es no molestar), Decidí arriesgarme, dado el frío imperante en el laboratorio podría ser una buena idea, y correr todo los procesos en mi pc seguro que el procesador tendría que trabajar al 100% y con el calorcito calentar las manos. Para ello debía emular Linux en Windows y hacer una red local virtual con estas dos maquinas. Es de fama reconocida mis problemas con los pc's, así que esta tarea se antojaba un poco más que arriesgada. El jueves la demo, la gente del ISA miraba con un robotito se movía por el suelo tratando de seguir una marca muy esquiva en una pantalla de pc. El viernes el pranzo: pasta con parmesano, ensalada y salchichas, todo acompañado por agua y un pan bastante chicloso. Conversación con Nardi, que a esta hora debe estar en un crucero por el Nilo, sobre el proyecto Europeo... Narración de como les patearon la lonchera a ellos con un proyecto presentado y consejos varios. Final de la semana, con el esquema de calma roto se rompió, también, el tiempo de las cervezas del viernes. Flavio a marchado y esta vez, ha dejado más que triste, preocupada a la pequeña Letizia. Sábado por la mañana Roma despierta en fiesta de la madonna, los fuegos
artificiales y las lágrimas de la Doña, me despiertan. Las lágrimas se acompañan de la nostalgia a esos momentos alegres con sus hijos... ya no le apetece comer ni alzarse. Resigno, por enesima vez mi ascensión a las 7 colinas, y trato de animarla. Llamada de Flavio y la situación mejora, ya la puedo sacar un poco de su pesadumbre y se anima a cocinar y comemos juntos, esta vez no sobre la tabla de planchar en la cocina, sino en el salón. Como en toda fiesta, algo de musica y fotografías. Ya, un poco más animada la dejo descansando y me voy a la conquista de mis siete colinas. La lluvia me detiene en la tercera y retorno. Esta semana se empeña en no complacerme. Al día siguiente le pregunto como llegar al porta-portese, que seria el "Rastro" romano, con unas confusas explicaciones y mucho esfuerzo no logro llegar, pero eso si... he descubiertos las muchas caras de Roma....

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